la escritura de este dietario me lleva por un sentimiento solidario a abrir una página al azar de los diarios de Andrés Sánchez Robayna que llevan por título La inminencia, un libro que hacía algunos años que había traído de España con la intención de una (re)lectura -quizás ya con la secreta intención de emprender esta empresa-; y en la página noventa y dos del mes de septiembre de 1985, encuentro este valioso pasaje: "... yo en medio de la ciudad intentando reconstruir mis días aquí, ya antiguos. Pero nada logro reconstruir salvo fragmentos rotos, cristales destrozados que ya no reflejan, calles y esquinas en las que ya no puedo reencontrarme. Sólo queda el olor de jazmines en el patio de tierra, con farolillos de colores, un continuo presente lentamente bebido sobre un pasado sin respuesta".
el sentir de este pasado sin respuesta que el autor describe en estas lineas mientras camina por la ciudad de Sevilla al encuentro de lo que está perdido, este doloroso dejar de tener o no encontrar que sentimos cuando la existencia nos ha llevado lejos de las tierras de nuestra juventud, entendiendo ésta como cualquier tiempo anterior, este perderlo todo decidido que es la vida, nos lleva al territorio interior de la caída, a la pérdida del paraíso.