16 octubre 2013

Después de siete años de servicio irreprochable he decidido cambiar de computadora. Si bien marchaba perfectamente, la imposibilidad de actualizar ciertos programas me hizo tomar la decisión de comprar un nuevo aparato. Para mi sorpresa los viejos programas ya no sirven, y mi nuevo ordenador se parece más a un teléfono último modelo que a un computador. Pero lo que más me sorprende, es la cantidad de veces -más o menos cada vez que "abro" o instalo un programa- que mi computadora me pide comunicar mis contactos y mis datos personales a no sé qué entidad diferente. Hoy leo un artículo de Pratap Chatterjee que dice: El Estado de vigilancia está tan profundamente entretejido en nuestros artefactos de datos que ni siquiera le respondemos a gritos porque las compañías de tecnología nos han convencido de que tenemos que estar conectados a ellas para ser felices. Aceptamos decenas de "condiciones de utilización" o contratos con programas o páginas de internet sin tomarse el tiempo de leerlas, porque sabemos que no podemos vivir sin ellas -¿podemos?; y que si supiéramos realmente lo que firmábamos no lo haríamos. Me digo que fue una lástima que me pillara tarde la informática. Mi primer verdadero ordenador lo tuve a los veinticinco años -se imaginan-; porque de lo contrario me hubiera metido a eso del Lynux que parece más libre y agradable. Y es que no me ruboriza admitirlo, que empieza a molestarme que haya gente que no me conoce de nada y que estén tan interesados en saber con qué me masturbo o con qué ideas políticas me identifico. A todos ellos que me estarán leyendo, un gran FUCK YOU. Permítanme que utilice la lengua de Shakespeare para enviarles al carajo. Y pensarlo bien cuando estén en las salas de descanso de sus empresas y nadie hable con nadie porque están mirando sus teléfonos, o el ruido de un mensaje o un email les levante de la mesa mientras comen con su familia, o estén leyendo un libro, sino merecería más la pena tirar toda esta mierda al retrete y tirar de la cadena. Lo digo, porque yo me lo pregunto. ¿Y tú? En todo caso vivamos nuestras vidas virtuales o no, de tal manera que escandalicen a estos grises voyeurs.... Que se den cuentan que tenemos más relieve que esta mustia existencia que nos proponen estos controladores de tres al cuarto. Y bajemos a cantar lo no cantable, propongamos al fin un edipo al enigma, un trompo al justiciero general de a caballo, una falsa nariz al inocente, pan al avaro, risa al cejijunto, al astado burócrata una enjuta ventana con vistas al crepúsculo, al rígido bisagras, llanto al frívolo, gladiolos al menguado, tenues velos al firme, un ángel mutilado al siempre obsceno, falos de purpurina a las dulces señoras.....


y soltemos al gato con latas en el rabo......