Nos quieren cortar las líneas de vida, aquellas que desbordan de
contenido, e imponernos espacios concentracionales de silencio. Lugares
marciales para trabajos forzados donde el miedo nos aparte el uno del otro. Lugares sin nombres, gobernados por simulacros de hombres y palabras y tareas que hacen daño y que no miran recto. Trabajadores aterrorizados que lo pierden
todo; la cara, los brazos, el corazon y hasta la foto del bolsillo. Lineas de
vida que se extendieron hasta nosotros, tan frágiles.