30 diciembre 2019

Antes de comenzar a escribir poemas en mi adolescencia, o de volcar mas tarde esa «forma de mirar las cosas » -o tal vez debería decir de escucharlas-, en mis fotografias o en mis peliculas: era ya consciente del poder de la razón poética? Y si me pregunto por la idoneidad del término « consciente » es, que no estoy seguro de que  haga justicia a esa sensación o pre-sentimiento primitivo o arquetipal, que nos pone en contacto con una verdad siempre antes de que  ésta se haya manifestado de algun modo « consciente ». Desde muy temprano me di cuenta de que esa forma de sentir y celebrar el mundo, me proporcionaba experiencias muy placenteras; que para un muchacho sensible e intimidado por la vilolencia del mundo de los adultos –de sus conflictos-, esa aprehensión de la realidad me permitió no caer en la locura. Ese sentir poético de la vida, ayudó a esa mente confundida de aquel niño, a sobrellevar la culpabilidad de estar vivo con una cierta dignidad. Les cuento todo esto porque ese « mirar poético del mundo », vino a mí sin haber leído un solo poema. Los libros de poesía, los ensayos sobre poética que los aprecié tanto o más que los primeros llegaron más tarde. Mi comunión poética del mundo llego por el roce con aquellos miembros de la comunidad que portaban y compartían ese imago mundi.