15 octubre 2013

Lampedusa, Atenas, Moscú, Brignoles, Ceuta y Melilla.... El poder está despertando un monstruo, reviviéndolo una vez más como hicieron en el pasado. Dividiendo a los hombres por el odio. Leo justamente hoy a Vicenç Navarro:

En realidad, si miramos la evolución económica, relacionándola con la política, vemos que Hitler salió elegido en 1933. Y lo que caracterizó el periodo pre 1933 no fue una elevada inflación, sino una enorme depresión económica, acompañada y causada, en parte, por las enormes políticas de austeridad que se estaban imponiendo y que crearon una enorme destrucción de puestos de trabajo (seis millones) y una gran insatisfacción y enfado popular con el establishment político del país, algo semejante a lo que está ocurriendo ahora en la periferia de la Unión Europea. Y en esta depresión, como acentuaba Taylor, había deflación, lo contrario a la inflación.

Me preocupa la permeabilización del modelo totalitario que comenzó primero en nuestras empresas y relaciones de trabajo con lo que llaman neomanagement y que ahora inunda gota a gota nuestro cuerpo social. Me temo que vamos hacia un conflicto mayor y que éste, está siendo provocado y teledirigido por el poder financiero global;  para desactivar así lo creo, un descontento que viene alumbrando nuevas formas de solidaridad, con reclamos de (más) democracia directa que son inquietantes para aquellos que dirigen el planeta. Estas nuevas estrategias de inocular el odio y el fascismo entre nosotros, con el fin de dividir gentes que comparten destinos paralelos y que luchando juntos podrían comprometer el establishment; es una vieja treta utilizada mil y una vez en el pasado y siempre con un coste desmesurado de vidas humanas. Provocar que la violencia y la rabia estalle entre los oprimidos, para que los opresores vengan una vez más al rescate y nos impongan ese cambio de modelo tan esperado por todos a su conveniencia, sin contar una vez más con nuestra voz, es el argumento de una obra que se repite históricamente. La pregunta entonces es: ¿caeremos de nuevo en la trampa? Los medios, la fuerza y la inmoralidad con la que se mueve el poder en general no me permite ser optimista,   son argumentos a los que solo podemos contraponer el número. Pero quizás esta vez.... quién sabe.